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Reapertura el 1° de septiembre, ¿Avance o retroceso en Colombia?

No cabe duda que, con ocasión a los efectos negativos que ha traído la pandemia generada por el nuevo coronavirus Covid-19,  este 1° de septiembre es uno de los días más esperados de este año, especialmente por los trabajadores del sector hotelero, comercial y turístico, ya que para esta fecha se tiene previsto la reactivación del 99% de la economía en este país, exceptuándose la reapertura absoluta de los bares,  gastrobares, clubes nocturnos, zoológicos, gimnasios e iglesias.

No obstante,  algunos de los citados establecimientos abrirán gradualmente bajo estrictos protocolos de bioseguridad y previa autorización de la autoridad municipal o departamental.

El mismo ministro de Comercio, Industria y Turismo, José Manuel Restrepo afirmó, en una rueda de prensa, que, bajo la proposición de disciplina social, a partir del 1° de septiembre, “Colombia arrancará una nueva fase de reactivación, en medio de restricciones puntuales y en la que además se espera que el 99% de la economía inicie a funcionar, recuperando con esto la vida productividad y la consecuencial estabilidad económica de muchas familias”.

Siendo así las cosas, si nos basamos en el decreto presidencial, contemplamos que a partir del 1° de septiembre, todo ciudadano podrá  ir a un establecimiento hotelero y/o turístico, disfrutar del paisaje de las playas, y hospedarse normalmente en los mencionados establecimientos, en donde se podrá tener además la recuperada oportunidad para compartir nuevamente, con todo el núcleo familiar, en centros vacacionales, en piscinas, viajar sin temor a comparendos o multas por parte de las autoridades policivas locales, comprar productos y adquirir servicios propios de la industria colombiana, así mismo, se reactivaran los restaurantes con servicios a la carta.

Incluso habrá protocolos denominados ‘Pilotos’ para la reapertura de algunos bares, según infirió  el jefe de la cartera de Comercio.

Sin embargo, cabe destacar que, pese al avance relativo a la elaboración de protocolos para la reapertura de piscinas, bares ubicados en las playas y del ingreso razonable al mar, muchos han tildado de arriesgado, imprudencial y hasta inconstitucional la decisión gubernamental que reglamenta la reapertura de los centros turísticos antes aludidos.

Hay que tener en cuenta que si bien es cierto que muchos centros hoteleros turísticos se están preparando con las medidas de sanidad necesarias y que algunos hoteles ya cuentan con las medidas de bioseguridad, no sería una razón suficiente como para pretender una reapertura del 99% de la economía del país, considerando el folclor y la indisciplina social que esto acarrearía ya que, como bien es sabido, aún en los toques de queda y ley seca, la mayoría de personas no respetaban los protocolos de bioseguridad, realizaban fiestas clandestinas en sus hogares o fincas, muchos individuos irresponsables salían y salen sin mascarilla por toda su comunidad poniendo en evidente riesgo a los habitantes de su conjunto residencial.

Por si fuera poco, muchos han hecho caso omiso a las restricciones de viajar fuera de la Ciudad sin el justificado permiso de la Administración Municipal o Departamental, o de bañarse en las playas mucho antes de conocerse la reglamentación de reapertura total e incluso en pleno pico de la pandemia, por lo que se puede inferir que, una vez inaugurada la reapertura económica absoluta, el número de casos activos se podría elevar.

Por otra parte, aunque se sabe que en los sitios públicos de los hoteles, bares y centros vacaciones será obligatorio el uso permanente de tapabocas y se establecerá que haya un compromiso de distanciamiento físico por núcleo familiar, en el plano de la realidad no se cumplirán a cabalidad estas medidas a juzgar por la manera folclórica en la que muchas personas se han tomado esta parcializada cuarentena.

Personalmente pienso que la reapertura total de piscinas, playas y hotelería para el turismo, no podría considerarse un avance para superar la crisis financiera que han dejado los estragos del Covid-19 y retomar la vida productiva del 99% de la población, sino más bien, un retroceso en cuanto a la salud de los colombianos se refiere, si partimos del hecho que Colombia es aún un país subdesarrollado, en donde impera la economía informal (vendedores ambulantes, independientes) y en donde el sistema de salud, precario en su formalidad,  por poco colapsa.

“Sin salud no se puede recuperar la vida productiva”.

La salud, como derecho fundamental, es indispensable mantenerla en óptimas condiciones si se quiere laborar con altos estándares de productividad  y además es deber del estado: garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución (art. 2 superior).

Por tanto, sería en mi opinión, un probable fracaso la idea de una reapertura totalizada en un país subdesarrollado como Colombia, en razón a que, en plena cuarentena, toque de queda y ley seca, los casos de contagios seguían aumentando imparablemente, por lo tanto, siguiendo este orden de ideas,  aumentarían aún más los casos si surgen aglomeraciones en las playas, piscinas, hoteles y demás centros vacacionales.

Aunado a esto, la falta de conciencia ciudadana respecto al uso inteligente de tapabocas y otros protocolos de bioseguridad también son un factor negativo que repercute en la salud del prójimo.

En cuanto a la decisión del gobierno, desde mi punto de vista, carece de constitucionalismo en atención a que esta decisión nacional afectaría el derecho fundamental a la salud.

Se trata de una decisión precipitada que sucumbió ante la presión de las entidades de trasporte aéreo, terrestre y el gremio de empresarios de las zonas hoteleras y  turísticas, sin tener en cuenta que Colombia no está preparada sobrellevar bajo estrictos controles sanitarios esta pandemia.

Hace falta más pedagogía y capacitaciones a personas que habitan en veredas, corregimientos e invasiones, a indígenas que en su mayoría no vislumbran el alcance de las normas nacionales referentes a las medidas de bioseguridad y a comunidades en general en donde se refleje la falta de cuidados sanitarios.

Finalmente, sobra señalar que es responsabilidad de cada ciudadano, optar por las medidas de prevención necesario para evitar la propagación del Coronavirus, por lo tanto, es decisión de cada quien hacer o no aglomeraciones en sitios públicos y de tomar esta pandemia como si hubiese acabado.

Aún con la reapertura económica, no son tiempos de bajar la guardia sino de mantenerse prudentemente prevenidos, como dice el popular adagio: “es mejor prevenir que curar”.


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