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Pase lo que pase, ¡no te quedes solo (a)!

Para la mayoría de las personas la soledad es necesaria es algún momento de su vida, sea para pensar, meditar, analizar situaciones e incluso dormir.

Sin embargo, en estos tiempos de pandemia la soledad no es una buena compañera. Comenzando desde el hecho que somos seres sociales, con necesidades psicoafectivas y aunque a algunos les cueste aceptarlo, siempre dependientes.

En los comienzos de la humanidad, dice la historia bíblica, Dios observo al hombre en su soledad y determinó que no estaba bien vivir de esa manera, parece ser que había un vacío emocional en el ser humano que no lo podía llenar las responsabilidades laborales (trabajar la tierra o ponerles el nombre a todos los seres vivientes) o la compañía de animales, por esa razón sale a la luz una idea ya destinada desde antes de la fundación del mundo: “Le haré ayuda idónea” Génesis 2:18.

Es decir, le haré compañía, ya que, pase lo que pase, el hombre siempre necesitará la compañía de alguien, de esa manera fuimos creados y de esa manera vivimos la mayoría de las personas.

Precisamente la soledad es uno de los factores que más afecta psicológicamente en este confinamiento, uno de los problemas más escuchados es el “síndrome de la cabaña”, el cual conlleva una serie de pensamientos catastróficos vinculados a lo que se encuentra más allá de los límites del hogar, relacionándose a nivel fisiológico con la emoción de miedo y todas sus manifestaciones (taquicardia, hiperventilación, sudoración etc.).

Es decir, miedo a salir de casa después de un largo período de estar encerrado, de esta manera el síndrome de la cabaña puede ‘cronificarse’ en un trastorno por agorafobia (trastorno mental en el que la persona presenta un episodio de miedo o ansiedad intensa y desproporcionada ante situaciones que, por su propia naturaleza, no justifican esa respuesta, por ejemplo estar fuera de casa solo; yendo en un auto o en el autobús, en espacios abiertos o en tiendas, haciendo cola…) si no se maneja adecuadamente.

Según estudios, la soledad en Estados Unidos es una de las principales causas de muerte.

El instituto de la felicidad de Dinamarca menciona que cuando una persona no tiene a quién contarle sus problemas; no vale tener muchos amigos. Hay que tener al menos uno de calidad.

Cuando se realizó esta investigación en Colombia, solo un 13 % de las personas tenían alguien a quien contar sus problemas.

Se calcula que en Japón existen más de medio millón de Hikikomori (personas que han elegido abandonar la vida social por completo).

La mayoría son jóvenes que viven encerrados en su habitación durante años, sin hacer nada más que jugar a videojuegos, comer y dormir.

Sin embargo, en esta pandemia la compañía ayuda mucho, sea en pareja o en familia. Me imagino lo difícil que debe ser estar solo y querer hablar con alguien de cómo me siento o qué pienso, o cuánto miedo tengo.

No es lo mismo llorar solo que llorar acompañado, no es lo mismo comer solo que alguien en casa me ayude a cocinar, no es lo mismo escuchar a los niños jugar que escucharle al noticiero noticias negativas y trágicas todo el tiempo, como dijo el sabio: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo?”, Eclesiastés 4, 9-11.

 

Si alguno se siente estresado en casa por la compañía y los problemas familiares propios de cada hogar, no te preocupes en esta época es mejor la compañía que la soledad.


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