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Manuel Zapata: Griot o depositario de la memoria ancentral colectiva de américa mestiza

Manuel Zapata Olivella nació en Santa Cruz de Lorica el 17 de marzo de 1920, 69 años después de la promulgación de la Ley de Abolición de la Esclavitud.

Desde temprana edad renunció al calor y la ternura de su hogar para abrazar con ardor y “Pasión Vagabunda” la búsqueda de las fuentes primigenias de nuestros ancestros, contando las peripecias del viaje a pie por Centroamérica; y escarbando en las raíces penetrantes de nuestra latinoamericanidad, pernoctando en ‘Hotel de vagabundos’, para denunciar la vida de los desarrapados neoyorquinos.

Dejó el bisturí y el escarpelo, auscultando con su oído clínico el pálpito esencial de nuestra identidad. Y de verdad que lo logró: Supo trasegar y dejar huellas profundas en la ‘Tierra Mojada’, que según el decir de José Luis Garcés González, acucioso conocedor de su obra, denuncia la humillación y la opresión de los cultivadores de arroz en el delta del río Sinú, pero también plantea una opción de dignidad para nuestros campesinos.

Incursiona con maestría en el periodismo con sus crónicas sobre los albores de la China maoista en la obra ‘China 6 a.m.’. Zapata Olivella recrea noveladamente la tragedia y la miseria incubada en los prostíbulos de ‘La calle 10’, que circundaban la Facultad de Medicina cuando él fue estudiante en la Universidad Nacional de Bogotá.

Le contó al mundo que en ‘Chimá nace un santo’, universalizando la fe y el fervor mágico-religioso de un pueblo creyente, recostado plácidamente a la orilla de la Ciénaga Grande de Lorica.

Penetró con pie firme los vericuetos azarosos de la selva, rastreando “Los pasos del Indio”, develando cual sabio chamán “Las claves mágicas de América”, “Las claves profundas” de “El hombre colombiano” y corriendo el velo de “La identidad del Negro en América Latina”.

Recopiló y divulgó con intensa devoción “Los cantos religiosos de los Negros de Palenque”, “El folclor medieval de los negros de Uré: trisagios y cuentos del Conde Lucanor”, y recorrió “Los pasos del folclor en Colombia” y de “El folclor de los puertos colombianos”.

Ha buceado en las aguas patrimoniales del Caribe en busca de “El galeón sumergido”, e incluso ha fungido de sabueso interrogándose acerca de “Quién le dio el fusil a Oswald?”.

Como también ha profundizado en la máscara resentida de los gamines bogotanos, mirando mucho más allá de lo visible y tangible, mirando “Detrás del rostro”.

Manuel Zapata Olivella ha encarado, con valor y arrojo, las debilidades y flaquezas de la mentalidad del colonizado, estimulando su liberación con el grito de la conciencia: “¡Levántate mulato! Por mi raza hablará el espíritu”.

Ha presenciado “El fusilamiento del Diablo” testimoniando los vejámenes, el sufrimiento, el dolor y la rebeldía de los condenados de la tierra. Y la infame expoliación de los negros, zambos y mulatos que vivieron en las barriadas de la indignidad, en “Chambacú, corral de negros”.

Es un conocedor impenitente de la “Tradición oral y conducta en Córdoba”, del “Teatro Anónimo Identificador: Rambao y El Bolívar Descalzo”, de “La Costa Atlántica”, del “Golfo mágico” de Morrosquillo, de la “Etnografía Colombiana”.


Así mismo, ha rescatado “La voz de los abuelos” para difundirla en el mundo como “Nuestra voz”. Presenció y testimonió en “He visto la noche” la apasionada fiebre revolucionaria de los trabajadores del tabaco y de las plantaciones en el sur de los Estados Unidos, y se hermanó con su causa dándoles aliento, porque según él rememora “era que los ríos de mi sangre hablaban nuevas voces de rebeldía”.

Ha reclamado la necesidad de “practicar un nacionalismo literario, derivado de la ecología, la etnia y la historia que alimentan a los escritores en sus respectivos ámbitos”, dirigiendo y sosteniendo durante más de cuatro lustros la revista “Letras Nacionales” (1965 a 1986), espacio amplio y generoso que dio cabida a consagrados y noveles escritores colombianos y latinoamericanos.

En “Hemingway, el cazador de la muerte”, Manuel Zapata Olivella glorifica la lucha del movimiento anticolonialista de los Mau-Mau en Kenya, liderados por Jomo Kenyata, y deja entrever su búsqueda ansiosa de su propia identidad étnica y cultural en los ancestros africanos.

Así mismo, la “Rebelión de los genes. El mestizaje americano en la sociedad del futuro” es un ensayo singular sobre la trietnicidad del hombre latinoamericano, donde palpita el alma y el espíritu de América, Europa y Africa y su permanencia histórica en busca de la fraternidad universal.


Después de 20 años de arduo y perseverante trabajo, Zapata Olivella logra el equilibrio y la conciliación entre el rigor de las fuentes documentales (la historia) y el primor estético (la literatura) para “parir”, con dolor y alegría, la saga del negro en América: “Changó, el gran putas”.

“Changó, el gran putas” es un grito de rebeldía y de esperanza salido de la garganta de más de 100 millones de africanos desarraigados de la milenaria madre Africa, para ser sometidos a la ignominia de la esclavitud en América.

Según Dorita Piquero de Nouhaud, traductora y prologuista de la versión en lengua francesa de “Changó, el gran putas”, en esta singular obra para el africano América no aparece como el continente de la libertad, como lo fue para otros pueblos.

Por el contrario, América es el continente de la esclavitud, donde millones de negros fueron privados del alma, de la libertad y sometidos a condiciones extremas de trabajo… América se convierte en el reino de la muerte…

Pero en “Changó, el gran putas” no todo es tragedia, dolor, angustia y muerte. También hay cabida para la esperanza, la alegría, la dignidad y la vida.

Porque en América, a pesar de la carimba esclavista, los negros también encontraron una geografía fértil para urdir la trama multicolor del mestizaje, y como lo afirmara Zapata Olivella, “con voz fuerte y aclarinada… fieles a su filosofía del muntú, aferrados a sobrevivir en las exterminadoras crueldades de la esclavitud, entendieron desde el primer desembarco que esta tierra de muerte debía ser convertida en morada de sus difuntos y descendientes; sembrarla con sus dioses, sangre e hijos”.

Y percutieron los tambores para anunciar el nuevo evangelio: la gran familia universal de los difuntos y vivos hermanados con los animales, los árboles, los astros, y las herramientas. La filosofía africana del Muntu que inspiró la más antigua religión concebida por el hombre.

Manuel Zapata Olivella encarna la esencia de la sinuanidad, la esencia del hombre sinuano, del hombre caribeño, del hombre colombiano, del hombre americano.

Ha experimentado en su sangre, en su cuerpo y en su espíritu el aliento vivificador y vigorizante de los ancestros amerindios. Ha bebido en las raíces milenarias del baobab la savia nutricia de Africa.

Y se ha compenetrado tan íntimamente con la substancialidad hispánica, haciendo cómplice de sus aventuras y vagabundajes a una mujer entrañable, tenaz y emprendedora como es ROSA BOSCH, mediante un pacto sublime de sangre, afecto, ternura y amor.


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