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Woman floating underwater

La peligrosidad del agua…

Se han dado cuenta que aunque esperamos lo mejor para nuestras vidas siempre estamos expuestos a someternos a la voluntad de terceros, que muchas veces no tienen el menor interés en nuestro bienestar, y terminamos siendo usados como idiotas útiles en historias en las que no tenemos ni papeles secundarios que llevar, o lo que es peor, pagando el costo con la salud emocional.

Sin darnos cuenta abrimos las puertas del corazón (porque admitamos que esas cosas no se planean, simplemente ocurren), y no siempre ese nuevo inquilino es un buen vecino, algunas veces llega a romperlo todo y nunca se instala, bien sea porque tiene su corazón en otra parte o porque solo buscaba un romance de temporada y ya ha cambiado de estación.

 

Nos quedamos con el corazón roto viviendo con el desamor y con la tormentosa necesidad de olvidar, de tener que sacarse de la cabeza la pregunta insistente y ansiosa de ¿dónde estará?, ¿que estará haciendo?, ¿estará con ella tolerando todas las cosas que odia solo para mantenerla cerca?.

¿Tolerará sus desplantes, sus manipulaciones, sus caprichos de niña mal criada?, ¿agotará energía y sus recursos complaciendo sus solicitudes absurdas?, ¿seguirá con ella aunque no sea feliz con tal de no estar solo? y mil preguntas más que se repiten una y otra vez, porque tenemos la costumbre de regocijarnos en el fango de nuestro fracaso, nadar en el dolor y convertirnos en víctimas que requieren ser rescatadas.

Cuánto amor propio debe faltar para aguantar tanto así y someterse a la voluntad ajena. Cuánto daño deben haberle causado para que todo sea tolerable, para que se agache la cabeza y se soporte aún a costa de uno mismo, que nos hace arruinar los mejores momentos de la vida por permitir la entrada a los deseos inconclusos, esos que están plagados de “hubiera”, de infinitas y absurdas posibilidades que jamás llegaron a realizarse, pero así somos y antes de ser capaces de pasar la página y seguir adelante, repasamos la historia que nos lastima una y otra vez, hasta que un café, una cerveza o un vaso de agua y una conversación de amigos nos trae a la realidad.

Y es que para entregarnos al “amor” un vaso de agua basta. También ocurre que nos ahogamos en vasos de agua cuando va cayendo la venda de los ojos o por el contrario nos comportamos como bajo un “hechizo de agua” y nos negamos a la realidad.

Grandes historias han nacido cerca del agua y otras tantas se han ahogado en un mar de lágrimas, no en vano somos 70% agua, de agua también está hecha la vida, así que lo mejor es dejar que las penas las lleve el río y dejarnos fluir en el destino.

Digamos a coro: A esta hora, en una soledad bastante concurrida, pienso en ti y me reprendo, porque yo tampoco merezco dejar de vivir por quedarme estancada en un pasado en el que no tengo cabida, en una vida a la que no he sido invitada. Porque en tanto sigamos enfrascados en nuestra agonía no vamos a encontrar las alas que necesitamos para elevarnos y renacer.


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