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La Mesa de los Músicos

Los modos de clasificación social es algo con lo que se ha tenido que lidiar desde el comienzo de la humanidad, es casi tan antiguo como el trabajo más viejo del mundo.

Las sociedades han superado todo tipo de obstáculos de crecimiento, pero se ha fracasado en impedir la tropelía de círculos, cofradías, comunidades, grupos, hermandad gremios, pandillas, club, asociación a los que se les ha adoctrinado o que sencillamente se han convencido de que algunas cosas están hechas de manera exclusiva para ellos.

La imagen profesional de cualquiera de las actividades con diploma o sin él, porque hay que aclarar que el profesionalismo del ejercicio de un oficio específico no lo determina un diploma.

Esta condición es una virtud una cualidad positiva que se desprende de nuestro entorno, desde la formación familiar pasando por los salones de clases.

Todos los profesionales de la sociedad moderna están buscando formarse ciudadanos productivos, pero solo desde el punto de vista económico y operativo enfocados en garantizar la adquisición de competencias técnicas que le permitan generar ingresos para la aceptación en los círculos a los que pertenece.

La música es un oficio, cuando se ejerce proveniente de la experiencia de la práctica que deriva del aprendizaje autodidacta y por información genética heredada, o si se prefiere una profesión titulada que, al igual que todas las demás profesiones, comprende un contenido de estudios requeridos para su título.

Nada más con una diferencia frente a las demás profesiones: es que se necesita tener una condición especial y es que el músico viene desde su vientre con un don único que le permite serlo, por lo que el músico podría estudiar cualquier disciplina, mientras que no cualquiera pudiera estudiar música por más que quisiera.

Es por eso que no se entiende cómo, en pleno siglo XX, con tantas guerras generadas por la división de clases sociales, habiendo derribado muros que dividían países y comunidades, se persista en darles un trato diferencial a quienes ejercen tan única y exclusiva profesión.

Los realizadores de bailes, fiestas y celebraciones tienen la horrorosa práctica de escoger como sitio donde estarán a quienes han contratado para amenizar sus fiestas, espacios, sitios o lugares que vienen a ratificar la poca empatía que se tiene por los músicos y lo lejos que está la sociedad de admitir el fracaso de las desigualdades y ofrecer trato digno a nuestros semejantes.

En la mesa de los músicos no se encuentra nada distinto a amabilidad, jovialidad, responsabilidad gratitud  y exagerada paciencia, unas ganas de que la gente sonría, baile y regrese feliz a casa, en cambio, en la gran mayoría de los casos, carece de manteles, sillas y algunos van más allá y ni agua, pero menos comida. Que en el ejercicio de esa actividad se considera, como mínimo, en virtud al tiempo y el horario de trabajo.

Y todo ello, con la complicidad indolente de meseros, algunos por mandato expreso de sus patronos y otros por iniciativa propia y conservar sus tradiciones, es como dice el adagio musical: es el primer enemigo del musico.

Es por ello que, una vez el artista alcanza el reconocimiento no hace exigencias, como la prensa intenta presentar las peticiones de algunos, son condiciones mínimas de trabajo ignorando que esa es su profesión, también es una forma de escapar de tan horribles recuerdos de su camino al acenso.

Sí causa mucha decepción y estupor que se sea complaciente con artistas de otras latitudes y eso está ligado, en gran medida, a una conducta impartida desde los medios y las redes con impacto directo en las nuevas generaciones desafirmándolos culturalmente y es que los han convencido en que todo lo bueno proviene de fuera y que entre menos te parezcas a lo que eres tendrás más opciones de sobresalir.

Este trato ruin no es único de un sitio en particular esta tan propagado como el mismo Covid-19, en todo lo globo terráqueo, pero el caso de la ciudad de ‘Montería sordoba’, perdón quise decir Córdoba, raya con la ramplonería de la que gozan algunos ricos de esta ciudad.

Solo por mencionar algunos sitios, como por ejemplo, un mega hotel de 3 letras que se autoproclama ser de 5 estrellas sin embargo la entrada de los músicos, por disposiciones de su gerencia, tiene que ser por la cocina, en lo que habría de analizar una de dos opciones: o sus constructores fallaron en el diseño de un hotel de cinco estrellas, simplemente el gerente considera que los músicos son seres de segunda categoría y que no merecen ser tratados dignamente, con el agravante de que se les retiene el documento de identidad cual base militar y han llegado al despropósito de vetar músicos que manifiesten su descontento por el trato.

O un club al que, en razón al trato que ofrece, debía llevar el nombre de rupestre, y es que muchos de sus asociados se trepan en tarimas y proclaman a voz en pecho la igualdad y el respeto, sin embargo, en privado pisotean sus propios discursos.

Dice un adagio que las cosas se parecen a sus dueños, nada más cerca de ser cierto. Toda la humanidad tiene que entender que las sociedades avanzadas han salido adelante dándole estricto valor a lo propio, pero sobre todo considerando el respeto como base fundamental de la igualdad.

No es admisible se degrade el ejercicio profesional de los músicos sobre la base de que es una actividad poco importante o peor aun que quienes la ejecutan no poseen formación académica (tesis basada en el desconocimiento) eso es un concepto erróneo y además desigual.

Si así fuera el ejercicio del bachiller Ernesto Macías tuviera importancia. Ser profesional implica algo más allá de lo que dice un cartón que se aprendió, ser un buen profesional te exige, además, conocer, valorar y respetar aquella profesión que desconoces.

Y menos se puede sugerir precios económicos eso además de grotesco es insultante por que como dijo el científico Albert Einstein “Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”.

Y que en el caso particular de la música ni naciendo siete veces siete, podrías llegar a realizar, pero sobre todo la reivindicación de los valores como ser humano para que un día no te toque sentarte en la mesa de los músicos.


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