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Andrés Vanegas Canosa

La crisis social en el cuento “La aldea negra”

La aldea negra (2002) es uno de los cuentos que representa e identifica al escritor, ensayista y periodista colombiano Tomás Vargas Osorio, quien se consolidó como uno de los precursores y protagonistas del modernismo en Colombia; que, de no morir a los 33 años de edad, bien podría haberse convertido el mayor escritor de nuestra literatura.

El cuento de Vargas Osorio, idealiza un mundo de muchas historias que revelan una visión, clarividencia y seducción no sólo del paisaje, sino de la vida cotidiana de las personas que conformaban las clases populares; muchas veces olvidadas en medio de sus desafíos de supervivencia de una sociedad clasista y desigual, llena de distopías.

En la narración, se revela el tema central, que radica en el abandono de los pueblos alejados, tal vez, haciendo alusión metafórica a algún lugar del caribe colombiano. Pues, el autor describe una región sumergida en la pobreza y en las peores consecuencias, fruto de la corrupción.

“Algunos se hinchaban y morían también y los dientes blancos quedaban brillando al sol. Era horrible aquello, pero en la aldea ya todos estaban acostumbrados a estos males… este año el invierno era mas violento que el de lo anteriores…” (Vargas, 2002, pág. 108).

Además de la pobreza como uno de los males que engloba este mundo, en la narración también se da cuenta de las enfermedades y muertes, producto del lugar donde habitaban los personajes y que, de algún modo, compara el Caribe – su forma de vida, la gente, el estado y la región–. Estas últimas situaciones (enfermedad y muerte) son cara y cruz de la misma moneda, con epidemias que asolan a una población ribereña enterrada en el abandono.

El olvido también es un elemento significativo en la metamorfosis de las emociones en la vida de los personajes y del sujeto de hoy; ya que con el mueren situaciones e individuos. Las cuales se deslizan a través de la rabia y la melancolía.  Así le pasó a Ramos, como lo expresó Vargas Osorio en su cuento:

“Ramos señaló la aldea desierta y empantanada… después el braco se puso en marcha y Ramos se quedó mirando la sucia moneda de veinte centavos que tenía en la palma de la mano” (2002, pág. 109).

Así pues, cada vez que leemos los pensamientos de Vargas en su cuento, podemos darnos cuenta gracias a la reflexión, sobre aspectos como la situación de los percadores, quienes vivían entre la precariedad y el abandono por parte del estado.

Esto se compara con la vida los habitantes de Tasajera, corregimiento de Pueblo viejo, Magdalena, quienes, por incidente entre sus coterráneos, dieron a conocer la fatal vida de muchos en la comunidad, la cual está sumergida en la pobreza, la desigualdad y la violencia.

Seguidamente, en la historia se nos muestra la actitud indiferente e indolente de los turistas, la cual se asocia con la poca empatía del colombiano frente aquel vecino, amigo, o conocido que vive dentro de ese mundo gris lleno de dificultades; que nos cuesta ayudar y comprender.

En suma, el cuento apunta en grosso modo a la desesperanza e impotencia de muchos, que viven y denuncian las catástrofes que hoy caminan por la sociedad.  Un mundo desigual y abandonado por el gobierno y los mismos habitantes. Donde el razonamiento y la lucha es catalogada como inoportuna y prohibida por las clases mas altas.

Es por esto, que hoy necesitamos ser más humanos, más dolientes frente al sufrimiento del otro, y convertirnos en aquel líder que elimina las brechas de desigualdad e inequidad.


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