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El ser íntegro:  la sociedad del Siglo XXI

Las actitudes y prácticas del individuo, que se aprenden y se empoderan en el trascurso de la vida, permiten afrontar las distintas situaciones en los que el hombre se desenvuelve.

Hoy, me tomo la tarea de cuestionar la educación integral de los individuos en este milenio, y que en estos momentos está disparada, porque la comunicación asertiva, la empatía, la resiliencia y el seguimiento a las reglas, les cuesta.

Los niños, niñas, jóvenes y adultos, están carentes de formación, esas habilidades para la vida, que deberían desarrollarse y fortalecerse en la trayectoria de vida; pero que en muchas ocasiones ha quedado en vano, y esto, ha permitido que en la realidad no haya consenso general, llevando todo a una crisis ética.

Siempre me pregunto por los males del pueblo, esos que son productos de la carencia de valores en los seres humanos, cosa que me lleva a entender que, si en realidad se forma al individuo en estas habilidades, estamos apuntándole a que adquieran las aptitudes necesarias para su desarrollo y para enfrentar en forma efectiva los retos del día a día; todo esto, desde la orientación de la escuela y la familia.

Así pues, acabaríamos con los embarazos a temprana edad, con el irrespeto a la autoridad, el rechazo al otro, las discusiones por la libertad de pensamiento, las faltas y violación a los deberes y derechos del ciudadano, pero, cuando por fin nos encargamos de orientar al individuo.

Por estas y otras razones más, considero que desde las instituciones educativas y en especial, desde el seno familiar, se debe potencializar la dimensión existencial – en el que se articula el desarrollo integral de una persona, y se orienta al sentido de vida –, desde el ámbito del ser, hacer, tener y estar.

Formemos desde la comunicación asertiva, para que haya individuos capaces de decir coherentemente, lo que piensa, siente o requiere, teniendo en cuenta los derechos y emociones del otro, haciéndolo entender que debe respetar a los demás y que en especial, posee ese derecho de todo ser humano a expresarse.

Desde la empatía, busquemos que los niños, niñas y jóvenes, se pongan en los zapatos del otro, incluso en situaciones complejas, permitiéndoles entender que en cada individuo hay una vida distinta y llena de altibajos; llevándolos aceptar las diferencias entre unos y otros, desde su forma de vestir, hablar, pensar y verse.

También desde la resiliencia, que en estos momentos es necesaria para el fortalecimiento del ser, cuando se ve en situaciones difíciles, que alteran su sistema afectivo (emocional), generando problemas de salud, convivencia y deserción. Enseñando afrontar las diferentes adversidades que hoy todo sujeto puede experimentar y que desde sus pensamientos y actitudes; puede lograr transformar el entorno.

Ahora, llevemos al hombre a respetar las normas y entender que, como ciudadano común, tiene deberes y derechos en la sociedad, que nuestros comportamientos puede tener efectos contrarios a lo que buscamos.

Hagámoslo reflexionar sobre los manejos que les dan a las normas de tránsito, el cuidado del medio, la contaminación auditiva, visual, la violencia de género, y, la pedofilia, que hoy entreteje unos de los problemas en la actualidad.

Es necesario que todos hoy seamos conscientes del deber que tenemos de formar como orientadores, padres, amigos, o hermanos, al otro que requiere comprender los aspectos importantes para su formación integral, permitiéndoles interpretar su realidad, con el fin último de utilizar esas habilidades que le servirán para su trayectoria de vida, y que le evitarán en un futuro convertirse en un ser irracional.


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