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Pasó de vender tamales a facturar más de $10.000 millones en pizza

Conozca la clave del éxito del empresario Rafael Mendoza, cerebro de la cadena Zirus Pizza.

Cuando tenía 12 años, Rafael Mendoza comenzó a hacer tamales con su vecina, Ernestina de Gómez, una mujer que se dedicaba a preparar comida para eventos.

Aunque comenzó limpiando las hojas de los tamales, con el pasar de los días su vecina le enseñó a cocinar y ese fue su primer acercamiento con su pasión.

“Comencé limpiando las hojas, luego también rellené los pavos, me tocaba moler el maíz y mis manos quedaban casi sangrando de lo que me tocaba echar todo ese maíz a la máquina para molerlo, pero ahí me hacía tamales y a la gente le gustaba”, relata Rafael.

Ahora, Rafael es el propietario de una reconocida cadena de pizzerías que tiene presencia en más de siete ciudades y ya suma 14 puntos: Zirus Pizza.

La muerte inesperada de su padre en un accidente aéreo cuando él tenía 7 años hizo que la situación económica de Rafael, sus 4 hermanos y su mamá, dependiera de una tienda de decoración que tenía como negocio su familia,. Desde ese momento Rafa – como le conocen de cariño sus amigos y colegas- comenzó a trabajar limpiando la tienda de su familia que se convirtió en el único sustento que tenían.

A partir de ese momento no ha parado de trabajar. Su vecina Ernestina fue su inspiración.

Luego pasó a trabajar desde abajo en diferentes pizzerías de Bucaramanga, impulsado por la necesidad de trabajar para poder pagarse la universidad

“Antes la profesión de cocina no era valorada, entonces mi mamá me decía que no me dedicara a eso y yo no renunciaba a mi sueño, yo estudiaba entre semana y trabajaba en cocina los fines de semana. Yo llegaba untado de masa y lleno de harina a estudiar en la universidad”, cuenta Rafael.

Este administrador de empresas sabía que quería dedicar su vida a la cocina. Cuando tenía unos 23 años era ayudante de una pizzería que se llamaba La Fragata, allí le enseñaron a preparar su primera pizza y tiempo después, uno de los clientes le ofreció irse a trabajar a una pizzería que iba a montar, pero él no aceptó.

“Yo quería era que me llevara de socio, no como empleado, siempre quise montar mi propio negocio, atender a los clientes, cocinarles”, cuenta Rafael.

Un par de meses más tarde, lo buscó el mismo cliente y le ofreció que le comprara su pizzería. Y aunque no tenía dinero, no lo pensó dos veces y le dijo que sí.

“Él ya tenía el negocio organizadito y apenas me dijo eso yo córrale para buscar la plata, saqué muchos préstamos (…) yo solo tenía 180.000 pesos en el bolsillo (unos 3 millones de pesos a la fecha) y me lo vendía en cuatro millones de pesos, entonces me asocié con un conocido, presté plata y puse mi parte. Alcancé a reunir 2’400.0000 pesos (unos 44 millones de pesos a la fecha) para comprar el negocio y las cosas de cocina”, dice Rafael.

Ese primer Zirus estaba ubicado en la carrera 33 con calle 44 cerca del parque de Las Palmas en Bucaramanga, tenía 100 metros cuadrados y capacidad para 12 comensales.

“Vendíamos la pizza en 80 pesos y los panzerottis en 230 pesos. Comenzamos con los sabores tradicionales, hawaiana, pollo con champiñones, mariscos y teníamos una de tocineta con ciruela que a la gente le gustaba mucho. El negocio comenzó a dar como a los seis meses, pero justo ahí fui víctima de una guerra de carteles del narcotráfico”, relata Mendoza.

Era 1989 y la pequeña pizzería de Rafael llevaba seis meses abierta. Ya se notaban las ganancias, aunque todas iban para los préstamos, cuyos intereses eran del 10 por ciento. En el país, por la guerra del narcotráfico, comenzaron a sonar bombas en varias ciudades.

“Yo me quedaba a dormir en mi pizzería porque me daba mucho miedo que llegaran a ponerle una bomba. Nosotros estábamos ubicados en el primer piso de la Cadena Radial Colombiana y por esos días estaban poniendo bombas en los medios de comunicación. Dormía con un ojo abierto”, cuenta Rafael.

Solo dejó de dormir en la pizzería cuando se enteró que sus vecinos habían cambiado de dueño y pensó que ya no serían un blanco del narcotráfico, pero la madrugada de un domingo de mayo de 1989, Rafael lo perdió todo, su sueño, en el que había invertido sus ahorros y el dinero que no tenía se había esfumado entre las cenizas de una bomba.

“Me llamaron y me dijeron, vaya para el negocio porque le pusieron una bomba. Era un panorama desolador, el horno estaba torcido, era pura ceniza en todo lado, pudimos salvar algunas cositas, como dos sillas que aún tengo guardadas en la finca” dice.

Él siguió trabajando en otra pizzería, pero no se sacaba de la cabeza que tenía que volver a levantar a su Zirus. Con el tiempo consiguió otro local, les volvió pedir prestado a las misma personas a las que aún les debía y comenzó otra vez.

No era un local bonito ni adecuado, así que abrió en una carpa. En la pizzería trabajaba toda su familia. El que iba llegando lo iba poniendo a hacer cosas. “Los pobres novios de mis hermanas iban de fin de semana y terminaban era trabajando. Había días que solo nos entraba un cliente, pero ahí siempre teníamos la ventica”, dice entre risas

A los seis meses de abrir ese Zirus de la calle 56- donde aún está el punto principal que ya tiene cuatro pisos-, tuvo una discusión con su socio inicial. “Yo quería invertir en un baño para el local y él quería comprarse una moto, entonces ahí comenzaron las discusiones y terminé gastando la plata del baño en comprarle la parte de él por cuatro millones de pesos”, dice Rafael, quien hoy es el único propietario de la pizzería.

Diez años después de la apertura de ese primer punto de Zirus de la calle 56, Rafael abrió el segundo punto en la zona conocida como la paralela en la autopista entre Bucaramanga y Floridablanca, punto que aún conserva. “Para crecer nos tomó diez años, fuimos dándonos cuenta que necesitábamos estar en la zona sur de la ciudad, luego de ahí ya abrimos otros dos puntos y luego llegamos a Cúcuta y ahí arrancamos a crecer”, cuenta.

Pero con ese crecimiento también llegaron de nuevo los problemas, esta vez de seguridad. “Me tocó salir corriendo con mis hijos y mi esposa en el año 1999 porque me amenazaron con matarme al niño de cinco años. Nos fuimos para Costa Rica y allá me recibió en el aeropuerto Jacobo Alvarez, más conocido como Don Jacobo, quien también debió salir del país por seguridad”.

Rafael, sus tres hijos y su esposa vivieron en Costa Rica hasta el año 2004 huyendo de la violencia del país, pero nunca descuidó sus negocios acá, “Trataba de viajar lo que más podía, estaba siempre entre Colombia y Costa Rica, pero no me quedé sin hacer pizzas, montamos un Zirus en Costa Rica”, relata.

En el 2004, vendieron el Zirus de Costa Rica y volvieron al país.

Con sus pizzerías Rafael pudo pagarles la universidad a sus cuatro hermanos, pagarse la de él, ayudarle a su mamá. “Todavía sigo ayudándole, ella fue una de las que me prestó plata cuando comenzamos y yo sigo pagando con intereses”, dice entre risas Rafael.

Les agradece a las personas que confiaron en él, pero dice que todo se lo debe a seguir al pie de la letra una frase de su mamá: ‘Sea honesto por virtud y por negocio’.

“Al final siempre alguien lo va a recoger en cualquier momento y eso me salvó para poder volver a montar Zirus, yo no tenía plata y los mismos que me prestaron la primera vez, me volvieron a prestar aún sin pagarles”, relata.

Durante décadas Rafael era el que preparaba pizzas, salsas y atendía su negocio que con los años fue creciendo tanto así que hoy son más de 250 empleados y su cadena de pizzerías factura más de 10 mil millones de pesos al año.

“El secreto de Zirus es que es un sitio familiar, viene desde el más pequeño hasta el adulto mayor y generamos confianza, porque dígame si uno como papá va a llevar a la familia a comer a un sitio que no le genera confianza, estamos metidos en el corazón de las familias y siempre escucho a mis clientes si ellos dicen que le cambie algo a la pizza yo los escucho y miro cómo puedo hacer para satisfacerlos”, dice Mendoza.

Aunque sigue involucrado en su negocio y va todos los días a verificar que todos los productos estén saliendo como deben ser y no pierdan el ‘toque Zirus’ -como él dice-, ahora Rafael está enfocado en ayudar a las micro y medianas empresas.

Fue uno de los primeros representantes de las empresas pymes en ocupar un asiento en la junta directiva de la Cámara de Comercio y codearse con los grandes empresarios de Santander. Desde allí dedica sus días a darles voz a los pequeños comerciantes, pues además es vicepresidente de Acodres, la asociación de restaurantes capítulo Santander.

La pandemia golpeó su cadena de pizzas como a todos los restaurante, pero Rafael siempre trabajó para que no tuviera que despedir a ninguno de sus empleados que considera como familia.

“Fuimos unos de los que cerramos primero, antes de que el Gobierno lo decretara porque primero es la salud y teníamos la responsabilidad con nuestros empleados. Las primeras semanas cerrados nos fue muy mal y pensamos que nos íbamos a quebrar, pero nos tocó sacar nuevos productos, mirar de dónde podíamos recortar, pero mantenerles los trabajos a los colaboradores y aquí estamos y vamos aguantando”, cuenta.

Pese a la crisis desatada por el covid, Zirus abrió dos restaurantes nuevos en Santander, uno en la Mesa de Los Santos y otro en Girón y también llegó a Bogotá.

“Me dicen que estoy loco por abrir restaurantes en medio de esta pandemia, pero creo firmemente en que podemos reactivar la economía y siempre les diré a todos que no piensen dos veces y que se ‘boten de cabeza’ a cumplir los sueños porque sí se cumplen”, enfatiza Mendoza.

Finalmente, Rafael reveló su secreto: “siempre he dicho que Dios me deja ver las cosas que otros no ven. En el local de Zirus de la 56 eso nadie lo quería arrendar porque era muy feito pero yo vi ese frente y dije ahí hay que poner la carpa y así comenzamos y aún lo tenemos y así me ha pasado con muchas cosas en la vida, como abrir restaurantes en plena pandemia, pero eso ha sido lo que me ha impulsado a llegar donde estoy”.

Fuente: portafolio.co

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